De ser una moda, el emprendimiento se ha venido consolidando como una opción real de desarrollo económico, afectando o repercutiendo en la generación de empleo, en la innovación o en «dolores» específicos de la sociedad.
Es por esto, que vemos cómo programas enfocados en capturar, fortalecer y consolidar el emprendimiento surgen constantemente en instituciones públicas,
empresas privadas, entidades educativas e incluso, desde aquellos que en algún momento fueron emprendedores y hoy buscan devolverle al ecosistema lo recibido.
Un ejemplo de esto es que en 2017 iNNpulsa Colombia movilizó más de COP $117.000 millones (cerca de USD 42 millones) en recursos para el emprendimiento, la innovación y el desarrollo empresarial.
Otro referente claro de un esfuerzo agresivo para fortalecer un ecosistema de emprendimiento, lo constituye el ampliamente mencionado «Gran Pacto por la Innovación de Medellín», el cual cuenta a la fecha con 2.500 empresas firmantes, liderado por la Corporación Ruta N.
¿Cómo medimos el éxito de las políticas y las inversiones en emprendimiento?
La pregunta que surge entonces, luego de ver cómo todo un ecosistema se vuelca hacia el propósito común de convertir el emprendimiento en una de las principales aristas de una economía, es cómo saber si dichos esfuerzos han sido exitosos realmente.
Quisimos preparar la siguiente guía par dar algunas ideas sobre cómo garantizar que en efecto, todo lo que ponen sobre la mesa por medio de sus programas crea, transforma, convierte, evoluciona y mejora, las comunidades en las que se encuentran sus emprendedores.
¿Qué son los indicadores de éxito en el emprendimiento?
Un indicador es una forma de verificar empíricamente qué pasa con los factores que son clave para el programa; es una medida puntual que captura una dimensión relevante de la realidad de las comunidades en las que el emprendimiento busca surtir efecto.
Por ejemplo, si bien no puedo medir “el empoderamiento de la mujer” como tal, si puedo medir su autosuficiencia económica, las situaciones de violencia intrafamiliar que enfrenta, su estatus socioeconómico, entre otros. Así, a través de indicadores podré conocer su nivel real de empoderamiento.
Un buen indicador es medible, participativo, sencillo, accesible y pertinente, captura cada paso de un proyecto, trazando en números el camino que lo llevó a sus últimas consecuencias. Al tener esto en mente, los indicadores nos pueden aportar la siguiente información:
Línea base: ¿ De dónde partimos? ¿En qué contexto se desarrolla el proyecto? ¿A qué problema responde? ¿Qué dicen las estadísticas?
Comportamiento: ¿Qué dirección ha tomado el proyecto? ¿A qué ritmo va avanzando?
Análisis comparativo: ¿Qué tanto ha avanzado el proyecto? ¿Va el progreso a la par de las metas programadas?
Desviaciones: ¿Es necesario reestructurar la implementación del proyecto? ¿Qué variables externas han alterado los resultados del mismo?
Permanencia del impacto: ¿Qué pasó tras la implementación del proyecto? ¿Tuvo efectos a largo plazo?
Por otro lado, debemos establecer claramente el nombre de nuestro indicador, su definición, su método de cálculo, su frecuencia de medición, su unidad de medida y lo que se pretende conocer con el para poder utilizarlo efectivamente.
¿Necesitas ayuda para definir tu escala de medición en tu programa de emprendimiento? ¡Contáctanos!
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